"...éstos son malos tiempos; los hijos han dejado de obedecer a sus padres y todo el mundo escribe libros..." Cicerón
viernes, 25 de diciembre de 2009
Un Cuento
Y
Rodrigo Martínez de Arredondo Bolio
Te vengo a contar un cuento,
un cuento de fantasía,
que viene a narrarme el viento
con sus raras melodías.
Data ya de muchos años,
trata de dos personajes,
y en capítulos extraños
van narrando sus parajes.
El un enterno soñador
traicionado por la vida,
ella semejaba una flor
en su tallo adormecida.
Era blanca,
era bella,
era dulce
y era hermosa.
Y si sus labios sonreían
y sus ojos se alegraban,
los pájaros cantaban
los capullos florecían.
Pero si sus ojos lloraban
y sus labios no reían,
los pájaros callaban
y las flores se morían.
Se encontraron un día
cruzando el mismo camino,
fue cosa de fantasía
tramada por el destino.
Primaveras llegaron,
y juntos anduvieron;
veranos acabaron,
y sus vidas unieron.
Invierno impresionó,
cuando la neblina oscureció.
y en un cruce de camino
ella se perdió.
El se quedo soñando,
soñando con la tragedia,
de un amor arrebatado
en una vida de miseria.
viernes, 18 de diciembre de 2009
Falaz
Falaz
Agustín Martínez de Arredondo y G. Cantón
¡Odio y rencor contra ti me existe!
creo mujer traicionera
¡que solo viniste a la tierra!
para hacer el mal que hiciste.
Infeliz de mi vida por ti truncada;
donde quiera que voy,
paréceme ver tu imagen odiada
de dantesca ensoñación.
Me lance tras tu amor
un ángel creyendo encontrar;
y encontré tan solo un dolor,
un dolor por que llorar.
¡Mujer blanca! que bella eres;
¡Oh!, pero que odiosa
es tu belleza lujuriante,
tu belleza grande y escarniosa.
Como si fueras creada
para el infierno del Dante.
Engañaste mi ilusión,
la pureza de mi ideal.
Y diste un eterno baldón,
sin piedad ni compasión,
al que te supo amar,
con todo su corazón.
lunes, 14 de diciembre de 2009
936
Omitiré decir mi nombre en el transcurso de ésta confesión. Solo diré que no quiero que usted me vea como algún ser desquiciado y solo. Véame como una persona arrepentida de los actos que ha realizado durante el transcurso de su vida. En sí no son varios, es uno. El asesinato de mi mejor amigo.
Sí, usted leyó bien, maté, asesiné a un hombre justo, y recto, un hombre con esposa y dos hijas, una de las cuales es mi ahijada, ahijada que hasta el día de ayer (día de mi condena) me amaba y respetaba.
Su esposa, mi hermana, ha perdido mucho y ha llegado a desconocerme como hermanito. Pero yo no vengo a decir todo lo malo de mi vida, vengo a presentar tres pruebas que lograron mi condena.
La gente dice que el cerebro es un arma, y es el arma más grande del mundo. Y eso, yo le digo, es verdad. Yo no maté a mi amigo, fueron las mentes.
A continuación leerá las pruebas desde mi punto de vista y no del punto de vista de los “detectives”. Le recuerdo que no diré mi nombre sino me referiré a mi mismo como un número, el número 936. (número con un significado aún más grande de lo que usted se imagina)
Prueba #1
El día 9 de septiembre a las 13:50 el señor José Enrique Gutiérrez salió del trabajo y se dirigía a su casa cuando se detuvo en una tienda para comprar refrigerios. Siguió su camino y yendo por la calle, acelerando su nuevo auto deportivo, atropelló a un gato. Yo estaba caminando por la calle cuando eso sucedió. Él se bajo del coche y se acercó a saludarme. En ese momento una pequeña niña de 7 años salió corriendo de su departamento gritando: “Peluche, Peluche”. YO imaginé que llamaba a su gato, y así fue. Cuando vio a su gato recostado en la calle tuvo la impresión de que estaba dormido. Volteó a ver a ambos lados de la calle (como se enseña a los niños) y al llegar al gatito se dio cuenta de la verdad. Gritó y mi amigo se dio cuenta de su acto, no sabía cómo reaccionar, su cara se había petrificado, era como si algún recuerdo del subconsciente se despertara. Tenía miedo y cara de tristeza y depresión. Prendió su coche y se fue.
Prueba #2
Durante dos días no supe nada de José, algo que al momento no me importó mucho, ya que no tuvo la valentía ni la fortaleza que creía ver en él.
Al tercer día mi hermana me llamó para recordarme que no me olvidara que al día siguiente sería el cumpleaños de mi ahijada.
Al día siguiente, tres días después del suceso, llegué a la casa y entré para felicitar a mi ahijada. Le di su regalo y lo abrió, era una hermosa blusa color azul cielo, color que resultaba ser su favorito,
Lo vi en su casa, a José, lo saludé como si todo estuviera bien, pero el sintió que algo andaba mal. Durante un largo rato estuvimos todos en el patio con todos los amigos y amigas de mi ahijada.
Cuando el show de títeres comenzó, José me llamó para poder ir a un lugar a platicar. El sabía que algo andaba mal. Cuando estuvimos completamente a solas le dije la verdad y como me sentía decepcionado y molesto por sus acciones tres días atrás.
Prueba #3
Me sentía raro, y para que yo, 936, me sintiese raro es algo en verdad fuera de lo común.
Eran las 18:00 cuando recibí la llamada, cuando mi hermana, llorando, me llamó. “José se ha suicidado”, fueron las palabras que salieron de su boca.
Corrí hacia la casa y cuando llegué los forenses se habían llevado el cuerpo. Había una carta para mi, otra para mi hermana y una más para los detectives. No sé que decían las otras pero la mía decía:
·Amigo te he decepcionado.
·Amigo no puedo más.
·Amigo no actué bien
·Amigo no puedo con la culpa
·Amigo no entiendo el porqué.
·Amigo… lo siento.
El detective me llamó pidiéndome que llevara mi carta. Cuando llegó él a la sala, me sentí nervioso. Leyó mi carta y me dejó sin antes decirme: “Es su culpa”.
No hubo necesidad de un jurado, todo lo que yo ya escribí seguramente está escrito en la carta del detective. Pruebas que generaron el recuerdo de una situación en el pasado de José. Resulta que cuando José tenía 8 años, mató a golpes a un simple perro debido a que éste perro mató a su cachorro. Todo esto lo convirtió en un niño con problemas psicológicos de culpa. El hecho de haberle dicho todo eso desencadeno todo. Se suicido por su pasado y ahora su presente.
Tomé y acepté la verdad, por mi culpa se mato. Era mi culpa, yo era el asesino. No hubo necesidad de jurados ni de un juez. No hubo necesidad de testigos. Yo fui mi propio testigo, yo fui mi propio juez, yo fui mi propio jurado. Cuando lea esto, yo estaré muerto y le diré porque 936, día nueve del mes nueve comenzó todo, tres días después volví a ver a mi amigo y le dije lo decepcionado que estaba, a las seis de la tarde recibí la llamada que determinada el fin de mi amigo, 936. Mi condena no fue aplicada por la ley, fue aplicada por la mente. Usted no me juzgue, solo aprenda.
Atentamente.
936
viernes, 6 de febrero de 2009
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Una forma, mas bien una actividad que se ha olvidado a traves del tiempo, la gente se olvida y solo se conecta al famoso messenger... Leer.